Sam Bankman-Fried era considerado no solo un empresario exitoso, sino una figura de referencia, una especie de gurú de la industria. Joven, extremadamente dedicado y entusiasta, con algunos comportamientos peculiares, pero nada demasiado fuera de la norma.
FTX se había convertido en una de las dos empresas más importantes del universo cripto, solo detrás de Binance. Valía miles de millones y parecía tener un modelo de negocios sólido, capaz de resistir los vaivenes del mercado.
Un día nos despertamos, leímos las noticias y descubrimos que ese negocio, tan enorme como era, se había desmoronado.
Colapso
Cuando una empresa entra en crisis esperamos que nos digan que acumuló desde hace tiempo más pérdidas de las que podía sostener, o que tuvo un problema con alguna de sus unidades de negocio. Alguna razón lógica dentro de lo que se puede esperar para cualquier empresa.
En el caso de FTX el escenario es drástico. Miles de millones de dólares en criptomonedas parecen haberse desvanecido en el aire y miles de inversores han perdido sus ahorros. Entre las víctimas hay empresarios, fondos de venture capital y otros grandes fondos de inversión pero también otras organizaciones tales como un fondo de retiro de los maestros de Ontario, Canadá.
Otra víctima de este fracaso es la industria. El mundo de las criptomonedas ya venía bastante golpeado. Por la crisis global y la baja en el valor de las monedas, pero también por otros casos de malas prácticas en importantes actores del mercado. Todas las empresas tienen su propio prestigio, pero también comparten el que el ecosistema se ha ganado por el conjunto de sus participantes.
Ahora hay mucha gente preguntandose si las criptomonedas no son por definición una estafa. Los empresarios con negocios sólidos y honestos tendrán un gran problema para diferenciarse.
Esta historia tiene su lógica y algunas valiosas lecciones para aprender.
El token
La caída de FTX comenzó cuando un medio dedicado a las criptomonedas notó que FTX era dueña de una gran cantidad de FTT. Los FTT son tokens lanzados al mercado por FTX. En teoría, su principal función es actuar como recompensa para quienes utilicen la plataforma. Como tantas criptomonedas, FTT tienen una cotización de mercado.
En su momento, los FTT llegaron a valer unos USD 79 (allá por el 9/9/2021). FTX poseía unos USD 14 mil millones en FTT. Lo dicho parece ser algo positivo, hasta que te preguntas cómo está compuesta la demanda por el token.
La demanda era alta y estaba alimentada principalmente por una de las empresas del grupo FTX. La adquisición de estos bienes digitales se había sostenido con fondos que en teoría debían estar destinados para respaldar las inversiones de los usuarios de otras empresas del grupo.
En otras palabras, el valor estaba inflado.
Cuando los usuarios se dieron cuenta de la situación comenzaron a retirar sus fondos. Fondos que habían sido gastados para inflar el FTT.
El FTT se derrumbó.
Días antes de declarar la bancarrota Bankman-Fried intentó salvar la compañía a través de una venta. Las empresas interesadas revisaron las cuentas de FTX y decidieron que no era una opción prudente.
Tras la presentación en la justicia, la renuncia del CEO y la llegada de un interventor comenzamos a enterarnos de algunos detalles. El nuevo hombre a cargo de FTX, John Ray, señaló que nunca antes había visto un desorden de tan grande magnitud. Esta afirmación es aún más llamativa cuando recordamos que Ray estuvo a cargo de la quiebra de Enron.
FTX es peor que Enron.
FTX es un conglomerado de empresas. La cantidad de entidades involucradas en sus negocios es tal que Ray tuvo que agruparlas en 4 silos para poder analizar lo que había ocurrido. Si todas esas empresas hubieran sido negocios diferentes y sin conexión, entonces cualquier análisis sería más sencillo. Pero el nivel de interacción entre ellas era muy elevado. No hay nada malo con la integración y la sinergia, salvo cuando se produce en medio de conflictos de intereses y malos manejos.
Las declaraciones del interventor nos dan a entender que la transparencia no era uno de los objetivos de la empresa.
Esta situación hace que nos preguntemos cómo es que FTX llegó a donde estaba sin que nadie se diera cuenta que no tenía lo que debía tener para estar allí. Como tantas personas pusieron tanto dinero en una empresa tan mal manejada. ¿Acaso el Due Diligence pasó de moda?
Críticas póstumas
La conclusión a la que muchos han llegado es que no se realizó un adecuado Due Diligence. Este es un error que podríamos esperar en algunos inversores novatos, y quizás en un fondo que no se suele enfocar en estos proyectos. Pero FTX pasó los filtros de entidades que cuentan con profesionales de gran nivel y experiencia, que deberían haber detectado muchos de los signos que apuntaban al carácter de la organización.
Sequoia Capital perdió unos USD 150 millones. No es mucho cuando se considera el conjunto de inversiones en las que estaba incluida FTX. El rendimiento, ha señalado el fondo, sigue siendo muy bueno. Pero el daño a la reputación es otro tema. El hecho de que haya tenido que pedir disculpas a sus ahorristas y prometido mejorar su proceso de Due Diligence es significativo. Aunque afirma que el trabajo se hizo de forma rigurosa.
Sequoia destaca que al momento de invertir, 2021, FTX obtenía ingresos que superaban los USD 1 mil millones.
No es solo una cuestión de números.
Los números son importantes, nadie niega esta realidad. En el caso de FTX eran muy buenos. Un Due Diligence, sin embargo, es mucho más que observar informes de ingresos. Algunas de las observaciones realizadas por John Ray nos muestran la importancia de conocer el carácter de las personas a cargo de una empresa.
¿Qué sabemos del equipo de FTX?
Nadie puede cuestionar su dedicación. Sin embargo, muchos de los ejecutivos más importantes de la empresa no tenían mucha experiencia previa en el negocio. Esto puede haberlos llevado a actuar de forma descuidada.
El hecho de que varios de ellos parecían estar involucrados sentimentalmente puede calificarse como anecdótico. Todo depende de la confianza que nos generen las personas para separar su vida personal de la profesional.
¿Qué sabemos de la cultura de la empresa?
Podríamos decir que era como tantas otras startups, más relajada, menos formal. Nada de eso es malo. Pero algunos detalles parecen cruzar un límite importante. Bankman-Fried utilizaba para las comunicaciones de la empresa un servicio de mensajería cuyos textos se eliminaban de forma automática luego de un tiempo, y alentaba a los empleados a hacer lo mismo. Esto haría sonar las alarmas de muchos inversores aficionados.
¿Era una empresa ordenada?
Por lo que Ray apunta, para nada. No había un buen registro de las operaciones y las finanzas. En el caso de los trabajadores los sueldos se pagaban a través del sistema de un servicio de chat. Sin que existiera otro registro.
¿Tenía clara las prioridades la empresa, manejaba responsablemente sus activos?
FTX tenía su sede en Bahamas. Allí se compraron una gran cantidad de propiedades con dinero de sus clientes. Bankman-Fried señaló que las compras tenían como objetivo facilitar la radicación de los empleados en Bahamas. Curiosamente Bankman compró varias propiedades y las puso a nombre de sus padres. Hasta donde se sabe sin que estos lo supieran.
Conclusión
Es posible que algunas de estas cuestiones no se hayan producido o hayan sido tan evidentes al momento en el que algunos de los fondos hicieron sus evaluaciones de la empresa. Pero también es muy probable que hayan observado el riesgo y hayan considerado que la recompensa era muy grande como para dejarla pasar. Y que FTX era demasiado grande como para fracasar.
Lo cierto es que el Due Diligence sigue siendo fundamental.
No podemos invertir en una empresa solo porque el resto de los chicos lo están haciendo. Y en las industrias del conocimiento, donde el talento puede generar enormes tasas de crecimiento y ganancias, el carácter es igualmente fundamental.